Obra Literal
Miguel Ángel Caicedo Mena nació en la Troje, corregimiento del municipio de Quibdó, el día 30 de agosto de 1919, hijo de Amador Caicedo Ibargüen y Emilia Mena Valencia, y falleció en Quibdó el 4 de abril de 1995.
Hizo sus estudios de primaria en la Escuela Modelo de Quibdó y de secundaria en el Colegio Carrasquilla, hasta 5º grado, terminando su bachillerato en el Liceo Antioqueño. Ingresó al Instituto Filológico de la Universidad de Antioquia en el año de 1942, obteniendo el título de Licenciado en Lenguas Clásicas y Modernas en 1946.
Fundó en Medellín, durante sus años de estudios universitarios, junto a otros compañeros como Manuel Mejía Vallejo y Jorge Bechara Hernández, la tertulia “Guillermo Valencia”, que tenía como órgano de difusión el periódico “El Tertuliano”.
Se casó con la también educadora Dora Osorio Córdoba en 1949, con quién tuvo 7 hijos: Emilia, Eyda, Miguel, Ramón, Dora, Eladio y Berny.
En su vida profesional, Miguel A. Caicedo se desempeño como profesor de español, inglés y literatura en muchos planteles públicos y privados de Quibdó, como la Normal de Varones, en donde inició su carrera profesional, el Instituto Femenino Integrado y el Colegio Carrasquilla, al cual se vinculó en 1947, así como en la Normal de Pitalito (Huila) y en el Colegio Santander de Honda (Tolima). Fue rector del Colegio Antonio Abad Hinestroza, de Yuto, del Colegio Carrasquilla y de la Normal Manuel Cañizales, de Quibdó, que fundó en 1956 en compañía de otros educadores y socios. Colaboró decididamente en el proceso de aprobación oficial de varios planteles educativos del departamento.
Fue el autor de himnos para diversos planteles de educación, como la Normal de Señoritas de Istmina, la Normal de Varones de Quibdó, el Colegio de la Presentación de Pitalito, el Instituto Politécnico de Quibdó, entre otros.
Entre 1970 y 1975 fue jefe de la División de Educación Secundaria del Chocó, cargo que asumió por invitación del gobernador Carlos Hernán Perea. En 1972, junto a un grupo de intelectuales chocoanos, participó en la fundación de la Universidad Tecnológica del Chocó “Diego Luis Córdoba”, a la cual se mantuvo vinculado durante muchos años como docente de español, griego y literatura adscrito al Departamento de Idiomas, y como jefe de Extensión Cultural.
También se desempeñó como director de la Fundación para el Desarrollo de la Cultura “Ramón Lozano Garcés” y como director de la Escuela Literaria “José A. Rivas Polo”, la cual fundó en 1976, con el auspicio del área cultural del Banco de la República.
En 1983 fue nombrado primer presidente de la Junta Regional de la Cultura del Chocó, afiliada a Colcultura nacional. En 1984, por resolución de la Junta Nacional de Escalafón, fue ascendido a la categoría catorce, máximo grado, convirtiéndose en el primer educador chocoano a alcanzar este rango. En 1986, ingresó a la Academia de Historia del Chocó, como miembro fundador y académico de número.
Entre sus muchas publicaciones están “La palizada”, de 1952, “Versos para olvidar”, de 1960, “Del sentimiento de la poesía popular chocoana”, de 1973, “Chocó mágico y folclórico”, de 1977, “Negro y Dolor”, de 1982 y “Manuel Saturio (El hombre)”, de 1992.
Con “Chocó mágico y folclórico” Miguel A. Caicedo ganó el Concurso Nacional sobre Relatos Mágicos Populares, organizado por Colcultura en 1973. Con “Negro y Dolor” ganó el Concurso Capacitación de la Cultura Negra.
En 1989 inició la grabación de una serie de casetes con poemas folclóricos, que fueron más tarde difundidos en un programa cultural emitido por la Radio Universidad del Chocó, que colaboraron a popularizar su poesía folclórica y que se convirtieron en fuente de inspiración para importantes trabajos y tesis de carácter filosófico y cultural. También fue colaborador de El Tiempo y El Espectador y escribió innumerables artículos literarios para periódicos y revistas regionales.
El 4 de abril de 1995, Miguel A. Caicedo falleció en el Hospital San Francisco de Quibdó, después de padecer una seria enfermedad, dejando huérfana la cultura chocoana.
Obra Literal
Para describir la obra de Miguel A. Caicedo, su fuerza creativa y las dificultades que enfrentó como literato chocoano, volveremos a las palabras de Cesar Rivas Lara, esta vez en “Quien es quien en el Chocó”:
“La obra poética de Miguel Caicedo, lo mismo que la literaria, no solamente es voluminosa, por la abundancia de libros y folletos que han merecido el honor de los linotipos, sino también de un gran valor dentro de la estética y alcurnia de las letras.
Miguel A. Caicedo se ha sabido pasear con autoridad intelectual, y gran señor y caballero de las letras, por toda la compleja gama de la literatura, sus aspectos clásicos y su narrativa lo colocan como gran novelista.
Se ha ocupado del hombre, del medio, de todo lo que constituye, como esencia, su espíritu y su propia carne. Arraigado al medio, lo ha superado en todos los aspectos para trabajar, servir con honestidad y decoro también, para dedicar veladas a cosas distintas del pan y las necesidades cotidianas de intelectual pobre y profesor universitario. Por eso su obra tiene sello inconfundible de un ser, de un hombre y de un chocoano superado y tiene el valor intelectual de su inteligencia y su talento, por que el arte, cualquiera que sean sus manifestaciones, no vive de intuición ni de sentimientos.
En Miguel hay vocación de muchas cosas nobles y la suya por la poesía, la literatura, no es nueva, ya en la aulas del Carrasquilla había trazado sus propios perfiles intelectuales, despertando la admiración y respeto de sus compañeros y profesores.
(...) Miguel A. Caicedo, Arnoldo Palacios, Rogerio Velásquez y Hugo Salazar Valdés, son los únicos valores que tenemos para exhibir en este siglo, como exponentes de la cultura chocoana y ante todo, de la raza.
Su nuevo libro “Del sentimiento de la poesía popular chocoana”, no es solo una valiosa recopilación de ese sentimiento, sino un estímulo sentido y emocionado de Miguel a su tierra, a su pasado y las muchas cosas grandes del pasado.
En una síntesis admirable, interpreta con emoción de gran escultor todo ese pasado y nos lo presenta nuevo y fresco.
A los viejos y a los jóvenes, ojalá los jóvenes, comprendan, porque analicen, qué hay en esa prosa, que es música, que es canto, que es filosofía, que es religión, amor y lucha en los cantares de gentes que abarraron a su manera la tierra, la sintieron, la ensalzaron y la engrandecieron en las palabras de su mente y su corazón.
(...) Desgraciadamente, en las estructuras de nuestra sociedad contemporánea, de la cultura como el prestigio intelectual, no bastan los esfuerzos y capacidades de gentes como Miguel A. Caicedo, que de hecho están colocados, desde su nacimiento, en planos difíciles, que otros desde el mismo día alcanzan muy elevados, por sus apellidos, su ascendencia, que siempre encuentra en nuestra historia relievados títulos, para cubrir de oropel lo que es artificio y mentira en las clases dirigentes.
Es que una sociedad de clases, de definidas discriminaciones, de tamizamiento de su origen, de su inteligencia, sus capacidades y su disposición, resulta el antagonismo de siempre, de los de arriba y los de abajo, y al pueblo y sus grandes valores les toca hacer el llamado arte popular, la poesía popular, la novela popular, para poder estar en su medio y con los suyos, ignorados en su espíritu como en su gran angustia de vida.
La obra literaria de Rogerio Velásquez y Manuel A. Caicedo han quedado ignoradas en este país, de tabú, porque lo son sus apellidos y tradiciones, no así la de Arnoldo Palacios, que se dio a tiempo cuenta del fenómeno y buscó terrenos como los de Europa (...) Arnoldo Palacios se salvó y pudo también irrumpir en el prestigio de las clases y de las diferencias, para consagrar su propio prestigio.
Rogerio Velásquez murió sin saberlo y Miguel Caicedo está transitando ese largo camino de dificultades y no ha logrado salir del Chocó. Alguien le hará justicia y se ocupará de él en el futuro. Así es la vida!” (Rivas 1974: 98 a 101)
Felizmente, como lo esperaba Cesar Rivas, el papel de educador y escritor de Miguel A. Caicedo recibió el reconocimiento que merecía. En 1967 fue condecorado por el Gobierno Nacional con la Medalla Camilo Torres, que le fue entregada en una ceremonia en el aula máxima del Colegio Carrasquilla. También fue homenajeado por el Instituto de Investigación de la Cultura Negra, por el Primer Congreso de Folcloristas Colombianos, reunido en Medellín en 1981, por la Universidad Tecnológica del Chocó, por la primera Feria Internacional del Libro de Bogotá, en 1988, por la Alcaldía Mayor de Quibdó, y recibió un homenaje nacional de Colcultura a su vida y obra, “símbolo y presencia de la cultura chocoana”, realizado en el parque centenario de Quibdó, el 26 de agosto de 1989, entre muchos otros reconocimientos a su noble y dedicada labor.
Publicaciones
(comentarios de Cesar Rivas Lara en “Miguel A. Caicedo – vida y obra”)
Veinte poemas y un grito, de 1950. Una colección de poemas románticos, fue su primera obra publicada. Se caracteriza por la intensidad sentimental de la composición, la factura rítmica de la frase y el tratamiento refinado de los temas.
La palizada, de 1952. Novela costumbrista, esta obra bosqueja la vida de los pobres mineros del Chocó, con evidente realidad cotidiana. El autor pinta el palpitante ambiente de la época, comunicándole esencial colorido y distintivo regional. El pueblo aludido en la novela es Silvania, que representa al Chocó, y quién toma las banderas de la reivindicación es Augusto, que encarna a Manuel Saturio Valencia.
Versos para olvidar, de 1960. Sonetos con marcadas notas de romanticismo, en modelos de versos endecasílabos y alejandrinos, hace de su emotividad el trasunto de su lirismo, a través de una envidiable variedad de ritmo, por la sonoridad y la hermosura del verso, el cual adapta a sus encantos con robusta y singular flexibilidad.
Recuerdos de la orilla, de 1961. Es un mosaico de frases, usos y costumbres del pueblo chocoano: desde la fe sencilla del campesino, sus elementales recetas de medicina popular hasta lo sobrenatural y mágico que domina el cuerpo de su cultura.
Cuando las madres lloran, de 1966. Novela pedagógica caracterizada por la claridad, la sencillez y la concisión del lenguaje. El autor, basado en su amplia experiencia como educador, concibió esta novela llamada, por la solidez de su tesis ejemplarizante, a jugar su propio rol en el proceso llamado “enseñanza – aprendizaje”.
El regreso de Jorge, continuación de “La palizada”, de 1968. Obra de carácter crítico, donde el autor, ante la confusión y el caos institucional, a través de una prosa emocionante, pide cambio, justicia e igualdad frente a un mundo que parece desoír las voces de sus hombres de bien.
El festival de los puentes, de 1968. Novela costumbrista con marcadas notas autobiográficas, donde el autor narra su tarea y su desempeño educativo en Honda (Tolima).
Del sentimiento de la poesía popular chocoana, de 1973. Una rica colección de coplas y décimas de la región, propias de la última mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. En este libro están consignados los repertorios auténticos de los improvisadores o repentistas del Chocó campesino.
Panorámicas chocoanas, de 1975. Ensayo monográfico del Chocó, donde hay de todo un poco: historia, geografía, economía, minería, periodismo y folclor. Presenta una visión armónica del Departamento y lo que esta privilegiada región representa para Colombia, América y el mundo.
Chocó mágico y folclórico, de 1977. Colección de relatos mágicos, en este trabajo se dan cita las creencias, leyendas, mitos, agüeros y supersticiones; relato auténtico de unos hombres analfabetos que con su fuerza vital puesta en los remos de una fe ciega, realizaban hazañas increíbles.
Los cuentos de abuelita, de 1977. Selecta colección, donde abundan el desarrollo imaginativo, la fantasía y la intención moral y filosófica, a través de un argumento motivador, sencillo y una moraleja que, con eficacia, guía por senderos de provecho.
Chocó, verdad, leyenda y locura, de 1977. Un recorrido por la leyenda chocoana y su influencia en nuestro medio histórico y geográfico, como verdadera manifestación de la fantasía popular, en donde se mezclan relatos de ficción y realidad, transmitidos de generación en generación.
Diez plusonetos y demás olvidos, de 1981. La más clásica de sus composiciones en verso. Constituye de por si una renovación del soneto tradicional, donde emplea el metro de once sílabas y le agrega a manera de cola, una estrofa más de cuatro versos de la misma factura. Una obra de versos antológicos y definitivos, llenos de colorido, música, encanto y ritmo.
Negro y Dolor, de 1982. Novela de actualidad, es un escrito de tesis que plantea cuestiones trascendentales, tocando en su tramaproblemas de orden social, moral y filosófico. En ella, el autor prueba que el negro es tan universal como el dolor y que la felicidad es un concepto individual.
Autores chocoanos, de 1983. En esta obra hay un recorrido panorámico y de fondo de los autores más representativos del Chocó, desde 1837. Son biografías de su autoría y de colaboradores varios.
Espinas redentoras, de 1985. En esta novela el autor, con amena pluma y sencilla prosa, trata problemas de incomprensión y desafecto que a menudo rompen la unidad de la familia universal.
Con el padre y el hijo, de 1989. Una obra en la que el autor se inspira en un proceso didáctico de la vida, tocando distintas fibras y diferentes matices del alma humana, ahondando en las ideas, los sentimientos y las pasiones.
Pedro León Cristancho, El Profesor, de 1990. Un claro tributo de reconocimiento a este humilde educador chocoano, orgullo del Colegio Carrasquilla, brillante en la cátedra, recto en sus principios y decoroso en su personalidad.
El testamento de Guabina, de 1992, en coautoría con el escritor Carlos A. Caicedo. Los dos autores ponen a dialogar a este personaje, típico de la región, con otro de corte folclórico similar, sobre temas cotidianos que interesan a la vida política, social y cultural, dejándonos una enseñanza provechosa.
El Quebrador, de 1992. Es una novela de denuncia de la deshonestidad y el abuso; pues, es indudable que quienes siguen el modelo indecoroso de Acrisceno Trebolin (protagonista), prostituyen,con su actitud y su ejercicio, la educación en Colombia.
El Castellano en el Chocó, 500 años, de 1992. Es una obra que debe ser leída con detenimiento; pues, ella no solo interesa al filólogo y al lingüista sino también al psicólogo, al antropólogo, al sociólogo y al etnólogo. En ella, el autor hace una síntesis maravillosa de lo que ha sido el castellano hablado en el Chocó, a partir del siglo XVI. Es la época en que el idioma, por su misma ductilidad expresiva, empieza a adaptarse a las distintas modalidades lingüísticas de sus hablantes, hasta adquirir un sello característico muy regional, identificado con sus ritos, sus creencias, sus mitos y sus leyendas.
Sólidos pilares de la educación chocoana, de 1992. Un libro que traza la trayectoria de la Educación en el Chocó, en forma cronológica, destacando sus mejores pedagogos en cada ciclo.
Manuel Saturio (El hombre), de 1992. Toca la parte humana del último fusilado en Colombia, el 7 de mayo de 1907, durante el gobierno dictatorial del general Rafael Reyes, y trata de probar que el asesinato de este hombre no fue solo obra de la aristocracia Quibdoseña, tampoco su mácula condenatoria fue el ser negro e inteligente.
La Décima y la Espinela, de 1992. Es una especie de ensayo, en el cual el autor nos demuestra que la décima es una de las formas ideales de la expresión popular chocoana y que forma, con la copla, la pareja indiscutible de versos espontáneos preferidos por los improvisadores.
La Yesca: importancia de siempre, de 1993, en coautoría con el escritor Luis Fernando Gonzáles. Este trabajo parte desde el nacimiento de la quebrada La Yesca y traza su recorrido por sitios históricos y vertebrales de Quibdó; destaca sus afluentes y sigue su trayectoria para finalmente señalar la razón de ser de su importancia en la vida de la capital.
Cuentos ejemplares, de 1993. Escrito en asocio con sus hijas Emilia y Eyda María. Constituye un gran aporte al enriquecimiento de la tradición oral chocoana, en donde el tema fundamental sigue siendo el hombre con sus problemas, sus aspiraciones, sus dichas, sus nostalgias, sus conflictos, sus triunfos y sus derrotas en el amplio panorama del mundo.
Armando Luna Roa, de 1993. Biografía de este gran educador chocoano, en la cual el autor resalta su continuo batallar por el mejoramiento de la educación en el Chocó.
Nicolás Rojas Mena, de 1994. Su última obra publicada en vida, con la cual sella su compromiso de presentador de los más distinguidos educadores chocoanos.
Quibdó de los recuerdos, de 1995. Publicado póstumamente, el libro trata de la realidad del Quibdó de ayer para que el lector, tomándolo como punto de partida, pueda hacer un paralelo con relación al de hoy. Considera aspectos como el social, el educativo, el industrial y el comercial. Finalmente, el libro hace un recorrido por las calles y carreras de esta Capital, para concluir con los barrios, las festividades y las costumbres de ese Quibdó antiguo de las añoranzas.
El poeta Romantico
Como poeta, el trabajo de Miguel A. Caicedo abarca dos grandes categorías: la de poeta romántico, característica de sus primeros años de escritor, y la de poeta negro y folclórico, donde llegó a su mejor expresión artística.
En un principio, Miguel A. Caicedo se dedicó a la temática romántica “...cuando su poesía aún estaba adolescente y cuando su alma idealizada por la mujer querida se diluía en las frivolidades...” y lo hizo “...a la altura de los clásicos, con la profundidad de los sabihondos y con la sencillez de su propia persona” (Caicedo 1983: 23). Con el pasar del tiempo, logró “...la madurez que le permite expresar la razón de su reír en forma y fondo más profundos. Ya ha conseguido sepultar las veleidades de su edad primera y orientado su inspiración hacia la intimidad de su existencia frente a otras vidas”. (Caicedo 1983: 26)
“Miguel A. Caicedo fue uno de los mejores exponentes del movimiento romántico en el Chocó. (...) En su poesía encontramos la forma peculiar como presenta las imágenes, realizándolas con gran viveza y colorido, logrando penetrar en el sentimiento con toda la intensidad de su inspiración. En la expresión busca lo más musical y en los temas, lo más humano. (...) El amor y la mujer, como fuente de su lira, afloran en su poesía en sonetos bien elaborados y de rima agradable. Su ritmo interior se corresponde con la unidad conceptual de cada verso. (...) El verso preferido por el poeta es el endecasílabo, el cual maneja con habilidad certera. En casos esporádicos hace gala del alejandrino. (...) Sus versos están escritos en orden lógico y fluyen límpidamente de un renglón a otro. Nada de invocaciones, nada de transposiciones, nada de “do” y de “doquier” se encuentra en ellos, porque el poeta se mantiene a distancia de ese academicismo retórico, engomado y fósil de artificialismos inútiles. (...) Versos para olvidar es, indudablemente, su mejor muestra representativa en la materia.” (Rivas 1996: 41 y 42)
El Escritor Constumbrista
La obra en prosa de Miguel A. Caicedo incluye trabajos de carácter académico, como Panorámicas chocoanas, La Yesca y Sólidos pilares de la educación chocoana, biografías de autores y educadores destacados del departamento y obras donde trata problemáticas de las relaciones humanas, como Cuando las madres lloran, Espinas redentoras, Con el padre y el hijo y Negro y dolor.
Pero, al igual que en la poesía, donde más se destacó fue como escritor costumbrista, con obras donde hace una descripción auténtica de la vida y costumbres chocoanas, registrando la sensibilidad creadora y el saber popular de sus gentes. En esta categoría, se destacan obras como Chocó mágico y folclórico, La Palizada, El regreso de Jorge, Chocó, verdad, leyenda y locura, Cuentos ejemplares y El castellano en el Chocó, 500 años.
En esta última obra, Miguel A. Caicedo hace una brillante recopilación de las expresiones utilizadas en el lenguaje diario del chocoano y los refranes de sabiduría popular. Es una muestra de la variedad y riqueza de las expresiones utilizadas por el pueblo chocoano. Cesar Rivas Lara la incluye entre las obras costumbristas, pues "...el manejoque una comunidad lingüística da a su idioma a través de expresiones características e inconfundibles, es también una forma de comportamiento" (Rivas 1996: 59).
Semblanza Personal
Tomaremos, una vez más, las palabras de Cesar Rivas Lara, discípulo y amigo de Miguel A. Caicedo, para conocer la personalidad del poeta y educador chocoano.
“Don Miguel ejerció el magisterio con el entusiasmo, la responsabilidad y la eficiencia de un maestro que noblemente se entrega a la difícil, pero hermosa, tarea de instruir y educar para el mañana. (...) Siempre se preocupó por imprimirle a la educación un sello auténtico de disciplina pedagógica, donde el conocimiento se presentaba al alumno en forma viva, vinculado a la realidad de las cosas, conducente a la formación de la personalidad y tendiente a la adquisición, por iniciativa propia, de un verdadero ideal de vida.
(...) fue un hombre humilde, sencillo y generoso, libre de escoria, a quien ni la vanidad ni la ambición, ni la envidia ni la inquina sedujeron un instante. Solo lo grande, desinteresado y puro le inspiraron pensamiento o acto alguno. Vivió una vida pobre y austera, pero rica espiritualmente, caracterizada por su fe en Dios, las personas y las cosas y un hondo sentido de solidaridad humana.
Don Miguel fue un hombre bueno y afectuoso, capaz de acciones magnas de desprendimiento y sacrificio. En la vida familiar era dócil y tierno como un niño. En la vida intelectual, apasionado por las ideas; en el seno de la amistad, dispuesto a entregar su existencia por un amigo en infortunio; y en todo momento, en la alegría y en la tristeza, en la ausencia y en la presencia, en el triunfo y en la desesperanza, siempre fue fiel consigo mismo y con los demás.
Don Miguel fue para mí un gran amigo y un guía generoso que, con el poder comunicante de su ejemplo y su capacidad mental para entender y comprender a los demás y defender valores superior, se convirtió en orientador y maestro de las nuevas generaciones y les trazó el camino. Con su desaparición, sentí que mi horizonte espiritual se había notoriamente reducido; pero, me consuela saber que las luces esplendentes que alumbraron el sendero fraternal de nuestras vidas, siguen fulgurando todavía.” (Rivas 1996: 109, 110 y 113)
Conclusión
La obra de Miguel A. Caicedo penetra en las raíces de la cultura del Chocó, representando como pocas el ser más profundo de su pueblo negro. Su esfuerzo por divulgar las tradiciones, la forma de hablar y la idiosincrasia del chocoano, más que meritoria es esencial en un país que ha volteado la espalda a esta tierra desde siempre. Una tierra que ha dado a ese mismo país las riquezas de sus entrañas y el arduo trabajo de sus gentes, todavía no redimidas de la ignominia de la esclavitud.
Su carrera de educador de las juventudes del departamento contribuyó a ampliar los horizontes de vida de aquellos que pasaron por los salones en donde dictó clases. Con su vida dedicada al trabajo y a sus ideales, Miguel A. Caicedo dejó un valioso ejemplo para todos los chocoanos y los colombianos en general.
Ya es pasada la hora de que el Chocó y Colombia reconozcan plenamente el legado de su vida y obra, colocándolo en la posición que merece como escritor, poeta y educador comprometido con su pueblo y uno de los intelectuales más destacados del Chocó en el siglo XX.
Bibliografía
Caicedo, Miguel A. 1973 "Del sentimiento de la poesía popular chocoana". Editorial Lealon, Medellín.
Caicedo, Miguel A. 1982 "El Castellano en el Chocó, 500 años". Editorial Lealón, Medellín.
Caicedo, Miguel A. 1982 “Negro y dolor”. Editorial Lealon, Medellín.
Caicedo, Miguel A. y colaboradores varios. 1983 “Autores chocoanos”, Tomo 1. Editorial Lealon, Medellín.
Caicedo, Miguel A. 1992 “Manuel Saturio (El Hombre)”. Editorial Lealon, Medellín.
Gaitán, Efrain. 1994 “Grandes del Chocó, desde Colón hasta hoy” Tomo 1. Editorial Alas Libres, Medellín.
Rivas Lara, Cesar. 1974 “Quien es quien en el Chocó”. Tipografía Italiana, Medellín.
Rivas Lara, Cesar. 1996 “Miguel A. Caicedo – vida y obra”. Guimón Editores, Buga, Valle.
martes, 18 de septiembre de 2007
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12 comentarios:
Me gustan las obras de Miguel A. Caicedo y me encantaría tenerlas todas, pero no he encontrado el formato... :(
el mas excelso escritor que ha producido la tierra chocoana,sus obras son universales. ¿dónde se consiguen sus obras?
Me encanta, donde puedo conseguir su obra?
Me encantan las obras del maestro Miguel A. Caicedo, considero que reflejan gran parte de nuestra cosmovision como chocoanos.
pero la verdad me encantaria conseguir todas sus obras y no se como.
En el choco necesitamos hombres probos de la talla de Miguel A . Caicedo Mena Fue una persona que el choco necesito mucho de el por sus saberes...
Geison Palacios
Abril 11 de 2011
Loores y respeto al mas gran de las letras Chocoanas... mi negro lindo de evano, el hijo del bunde...." por que en las sagradas escrituras letras negras yo no he visto......" DUELALE A QUIEN LE DUELA.
.....las letras de la Santa Biblia para los racistas....son blancas....gracias mi negro lindo por cambiarle el color a las letras de los libros... a los racistas .... paque les duela...chos...
Adoro todas su obras, era un Señor de Señores; para los que no saben algunas de sus producciones las consiguen en la Yesca Grande me parece, en casa de sus familiares
Fuente de inspiración y referente para quienes buscamos día a día el registro histórico de nuestra idiosincrasia afrodesendiente, solo queda decir GRACIAS MIGUEL.
Fuente de inspiración y referente para quienes buscamos día a día el registro histórico de nuestra idiosincrasia afrodesendiente, solo queda decir GRACIAS MIGUEL.
Siempre he lamentado que no se le diera reconocimiento en vida dándole su nombre a la casa de la cultura en Quibdó. Le dieron el nombre de un escritor que nunca reconoció ser chocoano.
Hola... ¿Qué se sabe de su familia? Hay profes de apellido caicedo Licona que también son brillantes ¿Serán primos? ¡Donde conseguir sus obras?
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